martes, 29 de noviembre de 2011

Beatriz González


La obra que veis aquí arriba se llama Una golondrina no hace mercado y su autora es Beatriz González, una de las grandes artistas colombianas. Nunca había oído hablar de ella hasta que la directora del Museo de Arte Moderno de Medellín, Juliana Restrepo, me habló de la retrospectiva que le han organizado y que hace unos días inauguraron. Y claro, he regresado a Bogotá y he querido investigar sobre el trabajo de la que ha sido una de las grandes retratistas de la realidad social y política de Colombia que ha expresado, como nadie, el dolor causado por la violencia y la muerte. "Usted es la única que ha sido capaz de pintar a los colombianos" alguien le dijo alguna vez.

Nacida en Bucaramanga en 1938, Beatriz González puso patas arriba los argumentos plásticos de su país, pintando sobre superficies, texturas y objetos como metal, madera, toallas, cortinas, hules, cubrelechos, camas, tocadores, bandejas, tambores y estatuillas religiosas para "romper tabús con su irreverencia y destruir jerarquías con su ojo analítico". Convencida de que el arte es universal y que eso de la pintura colombiana son tonterías, y paralelamente a obras realizadas a partir de fotografías de prensa y cromos populares, esta artista colombiana ha trabajado numerosas versiones de obras de grandes maestros como "La encajera" de Vermeer el "Guernica" de Picasso -titulada "Mural para la fábrica socialista"-, y otras de Rafael, Botticelli, Renoir o Degas.

He leído que la reportería gráfica y el interés estético por los periódicos la llevaron inevitablemente a cruzarse con el tema político. Comenzó este proceso con comentarios críticos al presidente de turno Julio César Turbay, pero a través de diversos acontecimientos de la vida nacional se convertió en la pintora de la realidad colombiana, haciendo visibles sus opciones éticas a partir de sus propias imágenes. Es famosa su obra Ondas de Rancho Grande, donde el icono utilizado es la conocida líder de Córdoba Yolanda Izquierdo, asesinada por su labor de recuperación de tierras en el Sinú.

Ahora, para su exposición en Medellín, esta gran artista, siempre predispuesta a mirar el gusto de la gente y que sigue pintando a los 73 años en su estudio de la Plaza de Toros de Bogotá, ha revuelto cajas, armarios y archivos para pararse enfrente de esa vasta obra que ha realizado entre 1948 y 2010. Y es que "hacer una retrospectiva de tu obra es hacer un examen de conciencia”, ha declarado.



lunes, 28 de noviembre de 2011

Las Tres Rocas


Está claro que la arquitectura no puede cambiar el mundo pero sí hacerlo un poco más habitable. Hoy quiero seguir compartiendo con vosotros mi viaje a Medellín y hablaros de Santo Domingo Savio hasta hace nada, y en opinión de muchos, el barrio más inseguro de la ciudad más insegura de América Latina. Ahora, como nos dicen Sebastián y Mateo –nuestros pequeños guías- “es un barrio más alegre y más contento”. ¿Y gracias a qué, entre otras cosas, se ha producido este cambio? Al Parque Biblioteca España, obra del arquitecto colombiano Giancarlo Mazzanti, símbolo de la transformación social, arquitectónica y cultural de la ciudad y todo un espacio para el conocimiento. Por cierto, se llama así por la aportación que hizo el Gobierno español para su construcción.

Llegamos al barrio en metrocable. Veo a gente que va y viene, que viene y va y al que este sistema de transporte les ha cambiado la vida. Son las seis de la tarde y la biblioteca está repleta de niños y jóvenes viendo películas, leyendo, jugando con las computadoras, en la ludoteca. Hablo con ellos y me cuentan que vienen casi a diario; siempre tienen una excusa para regresar a este imponente edificio de pizarra negra –conocido como "Las Tres Rocas" y donde todo es gratuito- construido sobre el cerro en lo alto de la ciudad que les ha devuelto la dignidad, la autoestima y el orgullo a todos los del barrio y que sienten como algo muy suyo. Recorremos todo el espacio; hay salas de estudios, salas de ensayo, salas de exposiciones. Las vistas desde allí arriba son impresionantes. Recuerdo lo que me dijo al llegar a Medellín el arquitecto Camilo Restrepo: "Esta ciudad ha vivido ocho años de inversión en el espacio público en los que los mejores profesionales han construido las mejores infraestructuras". Un modélico plan urbanístico que ha conseguido que la ciudad, tras años de conflictos, muestre ahora su mejor cara.

A la salida, y para despedirnos, nos apuntamos a la clase gratuita de aerobic-rumba que hay en la plaza y que forma parte de un ambicioso programa cultural y social puesto en marcha por la Alcaldía. Ante las risas de todos por nuestro ritmo tan peculiar, bailamos y bailamos hasta desfallecer. Ya es de noche y la biblioteca nos despide espectacularmente iluminada. Quién me iba a decir a mí que iba a pasear tan tranquila y a estas horas por este barrio en el que hasta hace nada morían al día entre 30 y 40 personas por acciones violentas y en el que la Policía no se atrevía ni a entrar. Claro que es posible cambiar el mundo, pienso. ¿Y qué necesitamos? Tesón, ilusión, compromiso y trabajo.




viernes, 25 de noviembre de 2011

¡Qué locura arquitectónica!

La casa que veis en esta foto no está ni en El Cairo ni en Alejandría ni en Asuán sino en el mismísimo Medellín, en Prado Centro, uno de los barrios más queridos de la ciudad, el más exclusivo entre los años 30 y los 50 y toda una locura arquitectónica con edificaciones no sólo egipcias sino de estilo oriental, republicano, colonial, belle epoque, art decó, neoclásico y kitsch.

Paseo feliz una tarde de lluvia por este museo de la arquitectura entre guayacanes, ceibas y arrayanes e imagino a los ricas familias de la época regresando de sus viajes por el mundo cargadas de regalos y de fotografías de las casas de sus sueños que, con los años, conseguirían construir con ayuda de los mejores arquitectos y artesanos de la época.

En Prado Centro me pierdo entre las antigüedades de la tienda-galería "Casi nuevos" donde charlo con Mónica Pujo, su dueña, mientras su gata Misy duerme plácidamente junto a nosotras. Me cuenta que ella vivió en el barrio hasta los doce años pero que lo tuvieron que abandonar ante los graves problemas de inseguridad. Hoy, clínicas de salud, centros de arte, como Plaza Arte, compañías de teatro, como El Águila Descalza (en la foto de abajo), o ballets, como el Folclórico de Antioquia, lo han elegido como centro de operaciones.

Quedo fascinada con el Palacio Egipcio y por la noche, para mi sorpresa, mi amigo Carlos me cuenta que fue mandado construir en 1932 por su abuelo, primer optómetra de la ciudad, fundador de la óptica Santa Lucía, miembro de la Sociedad Astronómica de Francia, discípulo de Camille Flammarion  y un enamorado de todo lo que tuviera que ver con el país de los faraones que visitó en varias ocasiones. Don Fernando vivió allí cerca de cuarenta años con su mujer Soledad y sus 14 hijos, entre los que se encontraba Otto, el padre de mi amigo Carlos. En 1973 fue vendida. A la casa, propiedad actualmente de la institución educativa Cestec, se la bautizó en su día como Ineni, nombre que en egipcio significa “Princesa hereditaria de noble familia”. Y mientras ceno con Carlos y me cuenta anécdotas de su familia imagino lo bien que lo hubiéramos pasado mis hermanos y yo en un palacio como éste, correteando por el monumental patio de columnas con tallas de flores de loto y descifrando los jeroglíficos dibujados a golpe de cincel en sus paredes.


jueves, 24 de noviembre de 2011

Un viaje por los aires

Además de metro, Medellín tiene Metrocable, un sistema de transporte por cable aéreo único en el mundo junto con el de Caracas. ¿Y en qué se diferencia este metrocable de otros instalados por medio mundo? En que el de la ciudad colombiana es un medio de transporte público permanente o de frecuencia continua, a diferencia de otros enfocados a transportes para fines específicos y con frecuencias no continuas, como por ejemplo los utilizados en estaciones de esquí o centrales hidroeléctricas.

Para llegar al metrocable, primero me subo al metro en una de las paradas cerca del hostal donde me hospedo. Nunca antes había visto unos vagones tan limpios, unas estaciones tan cuidadas, unos viajeros tan respetuosos. ¿Y cuál es el secreto de que el metro de Medellín parezca recién construido a pesar de tener ya más de diez años? Pues la pócima mágica se llama Cultura Metro, un programa de formación de usuarios -según me cuentan- que confía en el buen espíritu de la gente y en su capacidad para asumir normas y responsabilidades y participar activamente en la prestación del servicio. Paralelamente a este proceso de Formación de Usuarios, la Alcaldía ha puesto en marcha lo que se ha venido a llamar la Relación con la Comunidad que ha establecido unos canales de comunicación fluidos con los vecinos de las diferentes estaciones, generando así un sentido de pertenencia y una actitud de cuidado y preservación de las instalaciones. La fórmula ha sido un verdadero éxito y expertos de todo el mundo vienen a Medellín a conocer la transformación social que una obra de esta naturaleza ha supuesto para la sociedad.

En Metrocable hago el viaje hasta la parada del Parque Arví. Mis compañeros de cabina no son turistas, ni esquiadores ni nada por el estilo sino trabajadores que regresan a su casa en un pueblecito que se llama Santa Elena. Hablo con ellos y me cuentan que antes de existir el Metrocable el trayecto en autobús no era menor a una hora y que ahora llegan a su destino en un apacible y silencioso viaje por los aires y en tan sólo quince minutos. Sonríen. Cogemos altura, perdemos de vista la ciudad y empezamos a sobrevolar los bosques que rodean al  parque. Ya no hay carros, ni ruido, ni casas. Tan sólo árboles, árboles y árboles, bancos de niebla y los cantos de los pájaros. No hablamos dentro de la cabina. Sobran las palabras. Está atardeciendo y las vistas son impresionantes.

Me despido de mis compañeros de viaje mientras aplaudo este sistema de transporte que ha servido para integrar a la ciudad comunas y áreas de difícil acceso y ligar a la vida cotidiana a grandes sectores de las clases menos privilegiadas. Bravo. Todo esto se merece un gran aplauso.

martes, 22 de noviembre de 2011

El mejor pastelero del mundo

Lo veis en la foto en plena faena. Se llama Josep María Rodríguez, tiene 26 años, y en enero, junto a otros dos pasteleros españoles, ganó en Lyon la prestigiosa Copa del Mundo de Pastelería con tres  piezas -una de chocolate, otra de azúcar y otra de hielo- inspiradas en la obra de Julio Verne "La vuelta al mundo en 80 días".  El jurado, claro está, cayó rendido ante semejante despliegue de imaginación, profesionalidad y fantasía.

Todo esto y mucho más fue lo que nos contó ayer Josep María en el primer Café Literario, organizado por mi amigo Alejandro López Conde -excelente publicista y mejor comunicador-, en la Escuela Taller de Bogotá, por cierto, un sitio precioso en pleno centro histórico de la ciudad -La Candelaria-, que funciona con la ayuda de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

Josep María nos habló de las torrijas, tortas de anís y tartas de Santiago cocinadas junto su abuela, de la primera sopa de ajo que hizo para su hermana y que resultó un auténtico desastre, y de cómo consiguió entrar como aprendiz en el famoso restaurante Miramar de Paco Pérez, después de enviarle durante meses un currículum cada semana y donde estuvo lavando lechugas hasta la locura y trabajando para pagarse los estudios en una escuela de cocina.

Pero el tesón y el empeño de este jovencísimo y grandísimo pastelero no acaba aquí. Según nos contó ayer se propuso trabajar en el restaurante Zuberoa, en el País Vasco, y lo consiguió; apuntó al famoso pastelero Oriol Balaguer y fue en su obrador donde hizo su primer pastel en solitario: una enorme tarta de chocolate para las bodas de plata de sus padres. Y de allí saltó al negocio de otro top de la pastelería, Paco Torreblanca, quien le enseñó eso de que cuando te miras al ombligo estás muerto.

Sus ganas de seguir aprendiendo e investigando le llevaron a París donde se plantó tan sólo con una maleta y unas cuantas direcciones. Su objetivo: Fauchon, la mejor pastelería de la capital gala y probablemente del mundo. Tras tres meses dejando a diario su currículum consiguió entrar en el negocio, eso sí, trabajando de 9 de la noche a 11 de la mañana, y desde cero. Cansado del frío y deseoso de nuevas experiencias regresó a Cataluña para trabajar en la Pastelería Dolç, de Yann Duytsche, donde ha estado cinco años. ¿Y ahora qué? le pregunté ayer: "En unos meses abriré en Barcelona un negocio de pastelería y degustación con productos asequibles para todo el mundo". Estaremos atentos.

Gracias Josep María por compartir con nosotros y con todos los chicos y chicas de la Escuela Taller esta dulce enseñanza de vida y a ti Alejandro por sonsacar, con tu saber y humor, lo mejor de sí mismo a este genio de la pastelería.


domingo, 20 de noviembre de 2011

La Casa de Todos

He regresado de Medellín convencida de que es posible un cambio y admirada de la ilusión, el compromiso y el trabajo en equipo de toda una ciudad. De todos los sitios que he conocido y visitado que más me han interesado y el que ha conseguido hacerme reflexionar y conmoverme y removerme de la cabeza a los pies ha sido el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, un espacio para la proyección cultural, la mejora de la educación y el desarrollo comunitario de los habitantes de la Comuna 4. Un inciso: Medellín cuenta con 15 corregimientos y 16 comunas integradas por 249 barrios.

Visito el centro un día de fiesta; en la patio de la entrada me reciben los gritos, risas y juegos de cientos de niños que han llegado hasta aquí para participar en la Piscinada. Agua por todas partes, juegos, concursos. Todo vale en este espacio cultural y educativo levantado literalmente en medio de uno de los barrios más pobres y marginados de la ciudad. Un sueño de muchos hecho realidad en el que todo el mundo –no importa de dónde venga ni a dónde vaya- tiene su sitio. Por algo lo llaman “La Casa de Todos” y así la sienten y así la siento yo desde el primer momento que la piso. 

El edificio es obra del reconocido arquitecto colombiano Rogelio Salmona y el único diseñado por él que hay en Medellín. Sus fachadas están inspiradas en la tradición mozárabe y en la arquitectura militar hispánica y no buscan impresionar a la ciudad -como leo en uno de los carteles explicativos- sino hacerse con ella. Yo admiro profundamente la obra de Salmona desde que la descubrí en Bogotá, así que me siento una verdadera privilegiada al poder recorrer de una punta a la otra este edificio de ladrillo rojo y espacios de escala íntima, proyectado por él tan sólo unos meses antes de morir.

Yeison Henao, promotor cultural del centro, habitante del barrio y miembro de la Red Cultural de la Comuna 4, me brinda una calurosa bienvenida y me explica que el centro, dirigido en la actualidad por Carlos Uribe, reconocido artista y humanista colombiano, fue inaugurado en 2008 por iniciativa popular con dinero privado, al que más tarde se sumaría el público. Me da algunos datos: diariamente pasan por él una media de 1.400 personas que participan en las cientos de actividades organizadas. Aquí, me asegura Yeison, siempre hay algo que hacer. Y así es. Daniel me cuenta que viene a bailar break-dance y Carolina me habla de sus clases de capoeira. Hay quien prefiere estudiar inglés, manicure, guitarra, manualidades, graffiti. Existen, además, cursos de iniciación musical, baile, artes visuales y escénicas, danza, artesanía, técnica vocal, expresión corporal, informática, instrumentos de viento… Y cine, cuentacuentos, conferencias, literatura, teatro. La lista de actividades programadas para todas las edades es interminable y admirable. Además, el centro funciona como un canalizador de procesos de memoria e identidad porque no hay que olvidar de dónde venimos y a dónde vamos.

Subo con Yeison a una de las terrazas del edificio desde donde diviso a un lado, el paseo peatonal Carabobo que conecta con el centro histórico, a mi pies, la quebrada de Bermejala y a lo lejos, el morro, primero botadero de escombros, luego depósito de basuras y más tarde basurero municipal, hoy convertido en emblema del barrio y germen de todo un sueño. Yeison vivió allí y me dice que parte del barrio de Moravia está asentado sobre ese antiguo basurero al que fueron llegando hace unos cuarenta años, y en busca de trabajo, cientos de personas desplazadas de todo el país que poco a poco fueron levantando sus viviendas. Hoy en día, en un área muy pequeña, vive una población cercana a los 50 mil habitantes lo que le convierte en uno de los barrios de Colombia con mayor densidad de población. Y todo un crisol de culturas en el que conviven gentes del sur del país, del norte, del Pacífico, de Los Llanos que han convertido el Centro Cultural en su punto de encuentro.

Me despido de Yaison y, acompañada por Alejandra, doy un paseo hasta el Nodo de Desarrollo Cultural, un espacio para fomentar el ocio y la cultura levantado al pie del morro en unos coloreados contenedores de transporte con el que se quiere descentralizar la actividad del centro. Alejandra tiene 20 años, nació en este barrio, vive con su abuela y me confiesa que el Centro Cultural de Moravia le ha cambiado la vida: “Antes de que lo construyeran yo no había tenido ningún contacto con el mundo del arte y la cultura. Después de participar en varias de las actividades y talleres organizados decidí estudiar Artes Plásticas en la Universidad de Antioquía. Me encanta la fotografía y me gustaría poder dedicarme profesionalmente a ella”. Qué maravilla.

Os dejo un vídeo para que conozcáis el edificio.


viernes, 18 de noviembre de 2011

¡Descálzate!

El metro de Medellín me lleva al Parque de los Pies Descalzos. Es muy temprano, por fin ha salido el sol y estoy deseando  disfrutar de este recorrido de descanso, meditación y relajación, gratuito y pensado para todos.

Luis García, nuestro guía y estudiante de la Universidad de Antioquia, nos invita a descalzarnos y adentrarnos en el bosque de bambú. Tan sólo el hecho de quitarme los zapatos y comenzar a andar sobre el sendero de pequeñas rocas transforma mi energía y mi respiración. La temperatura allí dentro es muy agradable. Luis nos propone cerrar los ojos, oír los sonidos y meditar durante un minuto. Qué relativo es el tiempo pensamos todos tras terminar el ejercicio.

Ya descalzos, nos dirigimos a la segunda textura del recorrido: la grama. Cincuenta jóvenes de la Banda Sinfónica de Santander de Quilichao, de visita en la ciudad, se unen al grupo. En fila india, y de nuevo con los ojos cerrados, comenzamos a caminar y nos damos cuenta de lo importante que es la confianza en nosotros y en los demás.

De espaldas, borrando nuestra huellas mientras caminamos simbolizando dejar atrás nuestro pasado, entramos al espacio de la arena donde cada uno dibuja una figura con sus pies: elijo un corazón por el amor que siento por Medellín y su gente. Atravesamos con los ojos cerrados un laberinto de troncos hasta llegar a un precioso árbol. El guía nos invita a acariciarlo; a primera vista he pensado que era rugoso y áspero pero me sorprende su suavidad al tocarlo. Recuerdo que no debo olvidar que, a veces, las apariencias engañan.

Sumergimos nuestros cansados pies en una pequeña balsa -el “Espejo del agua”-, donde, guiados por Luis, los limpiamos y masajeamos con mucho mimo. Qué delicia. A mi alrededor cientos de personas de todas las edades disfrutan de este espacio de ocio y encuentro cultural donde he sentido y estimulado todo mi cuerpo , lo he liberado de tensiones y, lo más importante, he reflexionado. 

Maravillosa iniciativa. ¿No podrían otros países adoptarla? 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Casa Canutos, charcutería frutal


Un taxi me lleva al barrio Manila, en El Poblado, Medellín. Mi cita: "Casa Canutos". Me recibe Samuel Restrepo, hace años ingeniero de producción en una fábrica de automóviles, hoy feliz dueño de esta dulce empresa -a la que le gusta llamar charcutería frutal- donde se fabrican, de forma totalmente artesanal, caramelos de frutas, chocolates y mermeladas, todo, cien por cien natural. El negocio se levanta en una preciosa y colorida casa estilo retro -con jardín vertical incluido (en la foto de abajo)- en la que, además, se sirven nutritivos y medicinales jugos; yo me decanto –por eso de ser española- con el “Madre Patria”, elaborado con mandarina y fresa. 

Lo siento de veras por los que todavía no habéis tenido la suerte de probar los “Canutos” de Medellín, esos caramelos de mora, lulo, maracuyá, limón, tamarindo, coco y arequipe, uchuva, nueces del Brasil y café que se te deshacen en la boca y crean verdadera adicción. No sabéis lo que os estáis perdiendo. ¿Y quién se inventó esta delicia? La historia es de película: Cecilia Echavarría, madre de Samuel, preparaba una famosa receta familiar y por error la confundió, pero cual sería su sorpresa al darse cuenta de que su “error” se había convertido en un espectacular caramelo. Samuel mejoró la receta y de ahí nació el famoso “Canuto” -se llama así por la forma que tiene- del que actualmente se fabrican 300.000 unidades al mes que se distribuyen en restaurantes, centros comerciales y tiendas de 18 ciudades de Colombia. Todavía no se exportan -tiempo al tiempo- pero se tiene constancia de que han llegado ya a 42 países de todo el mundo en las maletas de los viajeros. En la mía aterrizarán en España.

Todo en "Casa Canutos" se hace a mano, con amor, dedicación y mimo; desde comprar la fruta -Samuel se encarga personalmente de ello-, hasta lavarla; desde envolver los caramelos en plástico hasta cortarlos con un afilado cuchillo y con mucha destreza, eso sí, para que todos queden iguales. Salgo de “Casa Canutos” feliz, con dos bolsas gigantes en mi bolso de estos exóticos y adictivos caramelos con los que, a buen seguro, sorprenderé a mi familia y amigos estas Navidades.

martes, 15 de noviembre de 2011

Se va el caimán, se va el caimán...


Hace dos años, a orillas del río Sardinata, en un departamento aquí en Colombia que se llama Norte de Santander, un caimán de casi 4 metros de largo y 175 kilos de peso saltó del agua, mordió el pie de Laura Danith Camacho Meza, de tan sólo 6 años, y la arrastró al fondo. ¿Qué había pasado? ¿Un caimán que ataca sin ton ni son a un humano? Raro, raro. Había que investigar...

Se contrató a Giovanni Andrés Ulloa, especialista en manglares y fauna silvestre de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, quien tras años de trabajo ha descubierto, entre otras cosas, que a lo largo de los 132 kilómetros de los ríos Sardinata, San Miguel, Nuevo Presidente y Tibú pueden llegar a vivir nada más y nada menos que cerca de 1.000 caimanes del Magdalena (Crocodylus acutus), también llamado caimán aguja. El de la foto. Una noticia más que extraordinaria si tenemos en cuenta que estamos hablando de una especie incluida en la lista roja de la Convención Internacional Cites, es decir, en peligro de extinción.

Por cierto, ¿sabéis qué diferencias hay entre un caimán y un cocodrilo? Os doy algunas: los cocodrilos son más grandes que los caimanes que tienen la cabeza más ancha y plana y un hocico en forma de u mientras que los cocodrilos lo tienen en forma de v. Un caimán puede cerrar la boca y esconder toda su dentadura mientras que un cocodrilo por mucho que lo intente siempre enseñará sus dientes de abajo. Menudas fierecillas.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Un pecado de cazuela de frijoles

Hubiera sido un verdadero pecado haberme ido de Medellín sin probar la cazuela de frijoles. Tenía más que claro que sufriría las consecuencias tras la ingestión de esta bomba gastronómica pero, aún así, y a pesar de todo, acepté el sábado la invitación de Carlos y Clara y, acompañada de Martín, me planté en "Ajiacos y mondongos exquisitos", uno de los mejores restaurantes de la ciudad para probar este plato típico. 

La cazuela es una feliz combinación de sabores propios de la comida paisa y lleva frijoles, carne desmechada, chicharroncito picado, maíz tierno, plátano y aguacate. Se sirve -como veis en la foto-con patatas fritas muy finas y crujientes por encima y acompañada de una arepa. Deliciosa está deliciosa, para qué os voy a engañar, pero se necesita un estómago a prueba de bomba para poder digerirla.

Los dueños de este lindo y acogedor restaurante ubicado en el barrio de El Poblado no quieren complicarse la vida así que sólo preparan, además de estos frijoles, dos platos más tradicionales de esta tierra: el ajiaco y el mondongo, parecido a los callos españoles. ¿Quién se atreve?

sábado, 12 de noviembre de 2011

El pirarucú

El Parque Explora de Medellín tiene el acuario de agua dulce mayor de Sudamérica y el rey de esta pecera gigante de 3 mil litros de agua es el pirarucú. Conocido también como arapaima y paiche, el "pececito" en cuestión puede llegar a medir 4 metros de largo y pesar 300 kilos, lo que le convierte en el segundo pez de agua dulce más grande del mundo, después del huso huso. 

El pirarucú vive en la cuenca del Amazonas, en el río Madre de Dios, en Perú, y en el Beni, en Bolivia. Hay épocas del año en las que le toca vivir en aguas poco oxigenadas, así que no tiene más remedio que salir a la superficie a respirar. Generalmente lo hace en períodos de 15 minutos, pero he leído por ahí que puede aguantar hasta 40 minutos si se encuentra en peligro o en plena persecución. ¿Y cómo lo hace? Gracias a su vejiga natatoria que es muy grande y vasculada y actúa como un pulmón humano. Pero ésta no es su única habilidad: nuestro amigo puede llegar a saltar hasta dos metros para cazar insectos o aves fuera del agua. No sé en otros países pero aquí en Colombia se han encontrado fósiles de pirarucú de hace más de 23 millones de años. Se dice pronto.

Esta tarde llueve mucho aquí en Medellín pero mañana me acerco seguro al Parque Explora a ver de cerca a este "bichito" que, dicen, se parece a un dragón oriental.

viernes, 11 de noviembre de 2011

El fique de Guacamayas


Hace unos meses estuve en España y le llevé a mi madre de regalo una frutero de fique de Guacamayas que, por cierto, le encantó y que seguro guarda con muchísimo amor. A mí, lo que me encanta es perderme por los mercados de artesanía aquí en Colombia y encontrarme piezas como las de la foto que le alegran a una la vida con sus increíbles colores.

Guacamayas es una pequeña población en Boyacá, departamento en el oriente de Colombia, donde más de 200 familias continúan con la tradición de los indios laches de lo que se conoce como cestería en espiral para confeccionar en paja blanca -hoja de palma- y fique -conocida también como cabuya- todo tipo de objetos que originariamente se utilizaban para recolectar los alimentos y en rituales y ceremonias sagradas, y ahora se destinan a la decoración.

Como en todo, claro está, esta técnica tiene truco: la paja debe ser pareja en su espesor para lograr un enrollado perfecto y armar el objeto de tal forma que al manipularlo y envolverlo con el fique no se desbarate.
Y otro dato: el fique se sigue tiñendo en fogones de leña con anilinas a base de materiales vegetales como la naranja, el limón, la lima, la bellota de plátano y el vinagre.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Entre onces y medias nueves


Los colombianos son de buen comer por lo que, además de las tres comidas diarias, acostumbran a tomar "las medias nueves", entre el desayuno y el almuerzo, y "las onces", a media tarde. Buñuelos, pandebonos, pandeyucas, almojábanas, galleticas de mantequilla, tortas caseras, panderos, cucas, arepas, roscas de sagú, mojicones, encarcelados, roscones, palmeras, quesito, empanadas, café con leche o con queso, malta y avena. Todo vale para estos reconstituyentes refrigerios.

"Las onces" no se comen, se toman y si es con un grupo de amigas en alguno de los salones de té del centro de Bogotá, fundados a mediados del siglo XIX, mejor que mejor. ¿Y de dónde viene eso de "las onces"? Versiones hay muchas pero yo me quedo con la que cuenta que hace ya muchos años existía en el barrio de La Candelaria, en Bogotá, un convento franciscano donde los sacerdotes no sabían cómo quitarse el frío del cuerpo. La solución llegó un buen día desde Manizales en forma de botella de aguardiente. ¿Y qué pasó? Pues que los benditos hombres se acostumbraron a la bendita bebida a la que, muy cucos ellos y para evitar escándalos y suspicacias, empezaron a llamar por el número de letras que componían la palabra con la que se nombra esta incolora bebida, de sabor fuerte y dulzón, pidiendo en cantinas y demás tugurios no un aguardiente sino "un once".

La expresión gustó, empezó a correr como la pólvora por toda la ciudad, se hizo plural -paso a llamarse "las onces"-, y fue adoptada de buen gusto por todos esos hombres que volvían a sus casas después del trabajo, se aseaban, se cambiaban de ropa y al rato salían otra vez para irse a tomar un trago. Cansadas de estas salidas, las mujeres empezaron a irse ellas también a tomar el té y a estas escapadas las siguieron llamando “ir a tomar las onces”. ¿Bonito cuento, verdad?

martes, 8 de noviembre de 2011

El fundador de Bogotá

Pregunta: ¿Quién sabe el nombre del fundador de Bogotá? Yo me he enterado hoy que se llama Gonzalo Jiménez de Quesada, nació hacia 1500 en España -no se aclaran si en Córdoba o Granada- y en 1535 se sumó como voluntario a la expedición que partió de Sanlúcar de Barrameda rumbo al río Magdalena con más de mil hombres y en busca de "El Dorado".

En abril de 1537 nuestro protagonista llegó a la sabana bogotana a la que bautizó como "El Valle de los Alcázares" por la gran cantidad de aldeas de los indios muisca y chibcha que se encontró. El español entró en guerra con el Zipa, -que era el jefe de la zona-, acabó con él y decidió fundar una villa para establecer un gobierno estable. El sitio elegido fue Thybzaca -hoy barrio de Teusaquillo-, por su abundancia de aguas, madera y piedra, y además porque estaba protegido de los vientos por los cerros de Guadalupe y Monserrate.

Levantaron 12 bohíos -que es como se conoce aquí a las cabañas hechas de madera y ramas, cañas o pajas y sin más respiradero que la puerta- y una capilla, y se escogió el 6 de agosto de 1538 como día de la fundación de la villa a la que se primero se llamó Nuestra Señora de la Esperanza, después Bogotá y finalmente se bautizó con el nombre de Santa Fe de Bogotá Distrito Capital.

No contento con esto y movido por sus ansias de riqueza y aventura, en 1570 Jiménez de Quesada puso rumbo a Venezuela a ver si con un poco de suerte encontraba "El Dorado". Pobre ingenuo. Dos años estuvo por ahí buscando que te buscó y al final regresó a Colombia derrotado y arruinado. Hasta le tuvieron que conceder una ayudar por indigente. Lo que son las cosas. Años después murió en la localidad de Mariquita, un 16 de febrero de 1579. Sus restos reposan en la Catedral de Bogotá. 

domingo, 6 de noviembre de 2011

La fiesta de las mil caras

Con motivo de la celebración de los 450 años de la fundación de la ciudad de Bogotá, la argentina Fanny Mikey y el colombiano Ramiro Osorio pusieron en marcha la primera edición del Festival Iberoamericano de Teatro, bajo el lema "Un acto de fe en Colombia".  Hoy, el certamen es una de las muestras de artes escénicas más grandes del mundo por su capacidad de convocatoria, el número de funciones y la diversidad de géneros. 

El jueves pasado estuve con mi amigo Andrés en la presentación de la decimotercera edición del festival que se celebrará del 23 de marzo al 8 de abril del año que viene y en la que participarán 45 compañías internacionales de 29 países y 60 colombianas. Habrá 2.000 artistas en escena, 1.000 funciones y 70 eventos especiales en 22 salas de teatro, 15 parques, la Plaza de Toros, el Coliseo El Campín, el Palacio de los Deportes y Corferias. Ojalá yo siga por Colombia para poder disfrutarlo. 

La verdad, llegamos un poco tarde a la fiesta pero me dio tiempo a empaparme del espíritu del certamen, ver la nueva imagen diseñada por Carlos Duque -conocido diseñador y fotógrafo colombiano-, con el nombre de "La fiesta de las mil caras", tomarme un jugo de naranja que era lo único que había para beber y divertirme un rato con los espectáculos preparados de tango aéreo, danza fachada, péndulos, elásticos y acrobacia a techo. Hay que ver lo que aprende una cuando sale de casa.  

jueves, 3 de noviembre de 2011

Y se armó la marimonda

Os propongo un viaje, y sin moveros de casa, al Carnaval de Barranquilla. Allí, a mediados del siglo XIX, un vecino, con poco dinero y muchas ganas de molestar y ridiculizar al poder y la clase adinerada, cambió el satín y la pedrería por lo que encontró en su armario para hacerse su disfraz. Muy ingenioso él, se colocó un pantalón y una chaqueta al revés, un par de medias a manera de guantes y con un saco de harina se hizo una careta. Con las fundas de una vieja almohada diseñó unos anillos que rellenó con esponja para simular unos grandes ojos, una boca y una larga nariz. Para rematar el atuendo se anudó al cuello una enorme corbata con la que demostrar su antipatía por los funcionarios -que ya entonces trabajaban poco y cobraban mucho-, unas elefantiásicas orejas, el "pea pea" -pito de caucho-, y una varita de totumo para espantar a quien le quisiera quitar la máscara y aguar la fiesta. Nacía así la marimonda, disfraz auténticamente barranquillero que desde entonces viste el que quiere divertirse y reírse de todo y de todos. 

Tan famoso es este disfraz que hasta himno tiene. ¿Y cuál es?  Pues se llama "La Butaca", fandango alegre ideal para que el espontáneo bailarín se invente todo tipo de pasos de los que después, claro está, ni se acuerda. He leído por ahí que las marimondas también se mueven al ritmo de "Vamonos caminando", "El Cebú" y "Carnaval de Barranquilla", faltaría más. Ya lo dice el refrán "No es tanto el disfraz de marimonda sino los brincos que hay que dar". Y para eso, claro, se necesita una buena música.

No os perdáis este vídeo. Si es que ya lo sabía yo; al final se armó la marimonda... 


miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿Para desayunar? Un tamal con chocolate

Dicen los que saben de esto que si no huele a lechona cuando se abre y no se toma para desayunar con pan -o arepa- y chocolate no es un verdadero tamal tolimense. Ya lo dice el refrán: "El que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate no sabe lo que es canela ni tamal con chocolate". Yo recién levantada todavía no he sido capaz -ni creo que lo sea en la vida- de meterme entre pecho y espalda este sabroso y contundente plato típico de la gastronomía colombiana que te sirven envuelto en hojas de plátano y que abres como si fuera un regalo; mejor lo dejo para la hora del almuerzo y por las mañanas sigo fiel a mis tostadas con mantequilla o con tomate y aceite que tanto me gustan y tan bien sientan a mi delicado estómago.

Un tamal tolimense como dios manda tiene que llevar pollo criollo, costilla, pellejo y cerdo, además de  huevo cocido, zanahoria y papa. La masa se hace con arroz y maíz -el secreto está en revolver y revolver con mucha paciencia hasta que quede bien espesa-, a la que se añaden arvejas secas -guisantes- y hogao, un sofrito a base de manteca de cerdo, cebolla larga, ajo, colorante, pimienta y comino. Cuando el relleno está listo se cogen dos hojas de plátano cachaco, previamente calentadas para endurecerlas, y se colocan en forma de cruz para envolverlo. Una vez listo se tapa con más hojas y se cocina durante tres horas con buena candela de leña para después dejarlo a fuego lento otras cuatro horas. Y a la mesa, a disfrutar de este rico manjar que toma su nombre de Tolima, departamento del centro del país.

martes, 1 de noviembre de 2011

Petro, la zanahoria, Al Capone y la Ley Seca

No os lo vais a creer pero he estado todo el fin de semana con pesadillas pensando que me iba a tropezar con Al Capone en alguna esquina de Bogotá. He soñado que el mafioso resucitaba de su tumba y, puro en boca, se plantaba en Colombia para hacerse con el control del país, aprovechando la imposición de la Ley Seca ya que de esto, él sabe un rato.

¿Ley Seca en Colombia? Sí, no es ninguna broma. En este país existe desde hace años un decreto por el que no se puede ni vender ni consumir alcohol en días especiales -en los que existen programados importantes eventos como unas elecciones o ante la amenaza de disturbios públicos- con el fin de evitar, copio literal, "que se presenten disturbios o estos se agraven cuando parte de la población participante se encuentra bajo influencia del alcohol". Y como este domingo hemos tenido elecciones aquí no se ha podido ni comprar una botella de vino ni tomar en un bar un trago desde las 6 de la tarde del sábado hasta las 6 de la mañana de ayer lunes. Y si no que nos lo digan a Santiago y a mí que el domingo por la noche nos tuvimos que conformar con una insípida cerveza sin alcohol para acompañar nuestra cena. 

A mí, como española, esto de la Ley Seca - que por cierto también se aplica en otros países como Argentina o Chile, eso sí, con sus particularidades- no sé si me suena a chiste o a película pero entiendo -o hago por entender- que la fuerza de la tradición ha hecho que esta medida no sea controvertida, se viva con total naturalidad y aquí no proteste ni el gato. También es verdad que dónde existe la ley, existe la trampa y lo que ha hecho todo el mundo este fin de semana es comprar el "trago" unos días antes y beberlo tranquilamente en casa.

Ley Seca sí, pero ¿qué me decís de la Ley Zanahoria? Sí, la que dictó en 1996 el entonces alcalde de Bogotá, Antanas Mocus, que prohibía mantener abiertos los lugares de diversión y vender licor pasada la  una de la madrugada. Su propuesta se justificó en que el 49% de muertes accidentales de tránsito, el 33%, de homicidios por armas de fuego, el 49%, por armas cortopunzantes y el 35%, de suicidios, entre otros, estaban relacionadas con el consumo de alcohol, al hallarse elevadas cantidades en la sangre de las víctimas. Aquí en Colombia, y en términos despectivos, el término "zanahoria" se utiliza para designar conductas o personas sanas. La ley de Mocus pasó a mejor vida pero ya hay voces que piden que vuelva a entrar en vigor. 

Por cierto, la alcaldía de Bogotá la ha ganado Gustavo Petro con el 32% de los votos, en unas elecciones en las que la abstención ha rozado el 53 por ciento y que han estado controladas por más de 300 mil soldados en todo el país.